En el marco de la realización de la Cumbre de Presidentes del Mercosur le pedimos a dos investigadores del Centro que reflexionaran sobre la misma. Escriben Esteban Actis, coordinador del Área de Política Internacional, y José Fernández Alonso, coordinador del Área de Economía Internacional.
“El Mercosur en la bipolaridad emergente” Por Esteban Actis
Durante la Cumbre, el Presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, señaló: “No podemos caer en la falsa dicotomía de estar más cerca de EEUU o China, los países que han triunfado han estado cerca de los dos”. Las declaraciones de Lacalle Pou, al asumir la Presidencia Pro Témpore, son importantes. Ponen sobre la mesa que la disputa entre EEUU y China es uno de los condicionantes externos centrales que tiene el bloque por delante.
En un contexto de fragmentación del bloque y ante una crisis inédita que quitará “densidad regional”, la “regionalización ante la bipolaridad” resulta indispensable para que los países del Mercosur logren cierto “poder como autonomía”. Esto es capacidad de resistir presiones externas, las cuales serán cada vez más fuertes por parte de Washington y Beijing. Ambas potencias van a aplicar el “divide y reinarás” para poder maximizar sus intereses.
Sin embargo, el Mercosur atraviesa una elevada dificultad para pivotear entre las potencias, máxime en un contexto de bipolaridad rígida (aumento de tensión bilateral):
1) Para alcanzar consensos, uno de sus miembros (Paraguay) no reconoce diplomáticamente a China, por lo que hay una “asimetría de costos” entre los miembros.
2) El resto de los países mientras tienen una dependencia estratégica con Estados Unidos, vienen acentuado la dependencia económica/comercial con China. Con respecto a EEUU, son parte de su primera zona de influencia (política, militar y cultural). Con respecto a China, para Argentina, Uruguay y Brasil es el principal socio comercial, en una clara complementariedad económica (reprimarización) con la potencia asiática
3) Por las asimetrías estructurales, la llave para un abordaje regional a la bipolaridad emergente la tiene Brasil. La defección de cualquier liderazgo regional por parte de Brasilia es un gran limitante.
En resumen, más allá de la retórica y las prescripciones normativas, el desafió del Mercosur para hacer “falsa la dicotomía”, mejor dicho “surfear la bipolaridad emergente” entre EEUU y China, es supino y mayúsculo. Para reducir los (elevados) costos y poder potenciar (las pocas) oportunidades que ofrece el contexto restrictivo, el primer y necesario paso será “regionalizar la dicotomía”. Ayer se puso en palabras, será tiempo de las acciones.
Por José Fernández Alonso
Las lecturas tremendistas en los medios y redes sociales durante los últimos meses y días respecto a la situación actual del Mercosur parecen obviar que las casi tres décadas de su historia distan de ser idílicas.
El Mercosur desandó un camino signado por una sucesión de crisis y llamados de “relanzamiento”. Hasta el momento, cada uno de esos contextos críticos pudo ser sorteado -o al menos, contenido- por los incentivos que encontraron los socios para seguir apostando por el bloque.
Es cierto que la identificación de esos incentivos de continuidad estuvo facilitada por la sincronía de los ciclos político-sociales entre los socios -entre los de mayor gravitación, en lo principal- y las afinidades personales entre los mandatarios-. Sin embargo, tal tarea no resulta irrealizable en un contexto como el actual, atravesado por la falta de sintonía política-ideológica entre socios.
A pesar de la inminente primacía de China en las relaciones comerciales de Argentina, los socios del Mercosur siguen constituyéndose como los pilares de la inserción internacional de buena parte del tejido industrial del país. La preservación de este mercado ampliado será clave para dinamizar la recuperación tras los estragos de la crisis del COVID-19.
Del mismo modo, el Mercosur habilita -aunque con mayor dificultad- una plataforma para la formulación de políticas estratégicas comunes en un escenario internacional tensionado por la disputa hegemómica global.
La clave pasaría por explotar los resortes institucionales para escudar los intereses basales del país. Valorar y preservar al Mercosur no implica adoptar una lógica de acoplamiento y/o seguidismo a los designios contextuales de Brasilia. Implica ponderar la instrumentalidad del Mercosur para seguir proyectando y defendiendo los intereses materiales -pero también intangibles- del país en el exterior.
El gobierno del Frente de Todxs debería evitar la encerrona que imponen las miradas cortoplacistas de quienes pregonan el fatalismo. Los discursos y acciones llevados adelante en la cumbre virtual parecieron direccionarse en tal sentido.