Frente a la aprobación por el Senado de la incorporación de Argentina al BAII, la investigadora del Centro, Carla Oliva, reflexionó sobre la importancia de esta adhesión.
En 2017, Argentina anunció su incorporación al Banco Asiático en Inversión en Infraestructura (BAII). Recientemente, la comisión de Relaciones Exteriores del Senado aprobó por unanimidad el dictamen de adhesión, que pasará a la Cámara de Diputados, donde se espera un resultado favorable.
El BAII es un banco multilateral con sede en Beijing anunciado en 2014 y constituido en 2016. Se dedica a conceder créditos, garantías y participaciones en proyectos de infraestructura. En la práctica, funciona como el instrumento financiero de la Iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, un plan global de conectividad terrestre y marítima para reforzar las rutas comerciales de China. Hasta el momento, el BAII financió unos 90 proyectos en sectores como transporte, energía y agua.
Este banco tiene características comunes con otras instituciones financieras similares -los votos según la cuota que se aporta y la posibilidad de acceder a financiamiento con o sin respaldo soberano- pero se aleja de la condicionalidad propia de instituciones como el BM o el FMI
Para Argentina, el acceso a financiamiento proveniente del BAII -que fuentes oficiales estiman en unos 300 millones de dólares- resulta crucial en este momento y, además, es consistente con la estrategia de incorporación a la Nueva Ruta de la Seda, que según algunos medios periodísticos está dentro de los objetivos políticos de la vicepresidenta Cristina Kirchner. De esa manera se busca revitalizar la asociación estratégica integral firmada entre ambos países en 2014.